domingo, 9 de octubre de 2022

P_REleer_Omraam M. Aivanhov ~ Consejos para el transcurso de la jornada.

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Omraam M. Aivanhov 

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 Consejos para el transcurso de la jornada.

Vivir bien las 24 horas.

Todo vuestro destino está inscrito en la vida que vosotros lleváis hoy, en la dirección que dais a vuestros pensamientos y sentimientos, en las actividades en las que gastáis vuestras energías.

Porque, según estéis atentos y vigilantes o no, allanáis las dificultades o, por el contrario, las aumentáis con todo tipo de cosas inútiles o incluso nocivas que impiden vuestro perfecto desarrollo.

Ahí está el sentido de las palabras de Jesús cuando decía que no pensáramos en el mañana, porque si cada día que pasa vigiláis que vuestro comportamiento sea óptimo, el mañana será completamente libre y vosotros tendréis libertad para emprender cuanto deseéis sin dejar por ello de permanecer vigilantes, para evitar que nada se quede coleando, a medio hacer.

 De esta manera cada nuevo día os encontrará bien dispuestos, preparados para respirar, para estudiar, para regocijaros, para cantar, y toda la vida tomará un color extraordinario de felicidad y de bendición.

Así es como hay que comprenderlo. Teniendo cuidado de liquidarlo todo hoyes como pensáis indirectamente en el mañana.

Por lo tanto no penséis en el mañana, pensad en el momento presente. 

Si todo está arreglado para hoy, lo estará automáticamente para mañana. 

Y como todo queda inscrito, una vez que hayáis vivido una jornada espléndida, una jornada de vida eterna, ésta queda registrada y no muere nunca, queda viva y lucha para que todos los demás días se le parezcan. 

 Probad al menos de vivir bien un solo día, y éste arrastrará a los demás: les invitará para hablarles y convencerlas de ser como él, equilibrados, ordenados, armoniosos.

Como todavía no habéis estudiado el lado mágico de esta cuestión, decís: «¿Qué se puede hacer en un solo día? Aún estoy desorganizado, pero mañana irá mejor». Sí, irá mejor pero a condición de que hagáis enseguida todos los esfuerzos para restablecer el orden. Si no es así, ocurre como en los juegos de feria: con una pelota tiramos una caja o un bolo, el cual, en su caída, arrastra al resto.


- Vigilarse sin descanso.

Preguntamos a alguien: «¿En qué piensas? - No lo sé.» No se ha observado nunca, por lo que no le importa qué corrientes circulan a través de él; puede tratarse de cualquier tipo de suciedad, de cualquier imagen espantosa, ¡Y él está inconsciente! ¿ Cómo, pues, en semejantes condiciones, podrá trabajar sobre bases sólidas?

Está dicho en los Evangelios: «Estad atentos, porque el Diablo, como un león rugiente, está presto para devoraros». Está claro que no veréis ni al león, ni al Diablo en el plano fisico, porque es en el plano interior donde estáis amenazados. Es ahí donde hay deseos, proyectos, pasiones y codicias que quieren anularos. Y si vosotros no estáis iluminados y atentos, atraeréis las desgracias.

No es suficiente evitar el caer, herirse o romper algo; hay que evitar el transgredir las leyes del mundo invisible. En el plano psíquico hay una serie de mecanismos que ponemos en marcha sin saberlo, entidades a las que molestamos y leyes que transgredimos, y después sufrimos las consecuencias, somos castigados.

Lo más importante para el discípulo es, por lo tanto, comprender que debe vigilarse, estar atento, despierto, para conocer en cada instante lo que pasa en él: las corrientes, los deseos, los pensamientos que le atraviesan, las influencias, los impusos que siente. Trabajando así conscientemente, alimentando un ideal muy elevado, se une a Entidades e Inteligencias supremas que vienen un día a instalarse en él y le permiten asumir pesadas tareas y triunfar en numerosas dificultades.

- Saber orientar las energías.

En el gran libro de la naturaleza viviente podéis leer que es absolutamente importante para la evolución de cada ser que sepa cómo gasta sus energías, en qué campo o en qué actividad las emplea. 

Estas energías han sido contadas, pesadas y medidas, y él es el responsable. 

El cielo no le ha dado energías para que las desperdicie; todo lo que hace se anota, está inscrito. 

Así pues, en el libro de la naturaleza viviente podéis leer esto: «Bienaventurados los que consagran y utilizan todas sus energías fisicas, mentales y afectivas para el bien de la humanidad, para el Reino de Dios y Su Justicia».

Si desperdiciáis vuestras energías en cóleras, en excesos de sensualidad, en actividades egoístas y criminales, ellas van a alimentar el Infierno. Porque son los humanos quienes, con su ignorancia, contribuyen a sostener y a alimentar el Infierno; están extraordinariamente instruidos en todas las ciencias, pero jamás han oído hablar de su responsabilidad en la utilización de sus energías.

Una de las primeras tareas del discípulo es la de preguntarse si está empleando sus energías en un fin egoísta o en un fin divino. Todo el secreto está ahí. Si os hacéis claramente esta pregunta cada día, ¡cuántas cosas podréis mejorar en vosotros mismos! Está claro que no lo lograréis enseguida, pero así aprenderéis a ser conscientes; si no, seguiréis sometidos al karma, al destino. No olvidéis nunca esto.

En todo lo que yo os digo, hay puntos sobre los que deberéis reflexionar cada día, y otros simplemente cuando las circunstancias lo permitan. 

Podéis, por lo tanto, olvidaros de muchas cosas, pero no de ésta. 

Cada día os pedimos que seáis conscientes, que os deis cuenta a cada instante de cómo empleáis vuestras energías. 

Más aún cuando podéis hacerlo en cualquier parte; en la calle, en el metro, en la consulta del dentista, en vuestra cocina, podéis echar una mirada en vosotros mismos y preguntaros: «Veamos, si debo comenzar tal o cual actividad, ¿qué voy a gastar?, ¿ es útil?» El trabajo al que consagráis vuestras energías es un punto esencial, nunca se insistirá suficientemente sobre esto.

- Saber economizar las energías.

Tanto la vida interior como la exterior, están sujetas a ciertas alternancias: vienen unos dias fértiles, y después otros estériles, y así sucesivamente... El que no toma ninguna precaución es como una de esas vírgenes necias * de las que habla el Evangelio, y cuando se siente vacío, despojado, se queja, disgustado: «He perdido todo, no me queda nada, ni inspiración, ni alegría».

En lugar de ser inconsciente y malgastar las propias riquezas en los días favorables, hay que prever que tarde o temprano llegará un período dificil, y que hay que acumular provisiones, es decir energías para este período.

Por lo tanto, cuando os regocijéis, no vayáis hasta el fondo de este regocijo, economizad un poco, de lo contrario lloraréis. Regocijaos, pero sin pasar de un cierto límite. Si no observáis esta regla, seréis como un borracho, que habiendo bebido una copa de más, anda titubeando por las calles: choca contra un muro, siente que es un obstáculo, recula, pero... ¡hop! vuelve a chocar con el muro de enfrente. Y así sucesivamente... los dos muros envían al pobre borracho de un lado al otro. No hay que llegar nunca a los extremos. Un extremo os repelerá siempre hacia el otro extremo, y bamboleándoos eternamente de un extremo al otro, perderéis todas vuestras energías.

- Las relaciones entre el hombre y sus células.

Según la Ciencia iniciática, una célula es una criatura viviente, una pequeña alma inteligente que sabe cómo respirar, cómo alimentarse, producir secreciones, proyecciones... Mirad cómo trabajan las células del estómago, del cerebro, del corazón, del hígado, de los órganos sexuales; incluso están especializadas. La unión de todas estas criaturas, la suma de sus actividades, es nuestra inteligencia. Nuestra inteligencia se basa en la inteligencia de todas esas pequeñas células: nosotros dependemos de ellas y ellas dependen de nosotros; formamos una unidad. En el plano físico no podemos hacer nada sin el consentimiento de nuestras células; el día que paran de trabajar, el funcionamiento de nuestro organismo queda perturbado: la nutrición, la eliminación, la respiración...

El hombre es la síntesis de todas esas inteligencias que están ahí, dentro de él. Por eso debe acostumbrarse a visitar sus células, a hablar a ese pueblo que está ahí, que le escucha, que atiende, que está a su servicio, pero que él ha olvidado, abandonado y del que casi siempre se ríe.

El que fuma, por ejemplo, o el que bebe desmesuradamente, molesta a estas bellas almas que viven en sus pulmones o en su corazón, y ellas le piden, le suplican que pare, pero él continúa molestándolas hasta provocar una enfermedad.

Debéis mostraros, pues, muy atentos y llenos de amor hacia vuestro propio pueblo; si así lo hacéis cuando algo no funciona bien, él os previene por medio de ciertos signos para que toméis precauciones, y de esta manera podéis evitar muchos inconvenientes. De otra forma, nadie os previene, y en el último minuto, cuando ya no hay nada que hacer para remediarlo, os preguntáis por qué no habéis recibido ninguna señal, ninguna advertencia. Pero si sabéis comportaros con vuestras células, ellas os previenen del más mínimo trastorno, porque os aman...

Los pensamientos y las palabras positivas que enviáis a cada uno de vuestros órganos y de vuestros miembros producen cambios benéficos. Si cada día, durante algunos minutos, os acostumbráis a pensar en vuestras células y a hablarles, podréis mejorar vuestra salud.

Haced por ejemplo este ejercicio. Poned vuestra mano sobre el plexo solar, y en esta posición dirigíos a vuestras células: pedidles que remedien todo lo que no funcione bien en vosotros, pero dadles las gracias también por su buen trabajo. Ellas os entenderán porque el plexo solar dirige todos los procesos inconscientes del organismo: secreción, crecimiento, circulación, digestión, eliminación, respiración... De esta forma podéis hablar a vuestras células, ser entendidos por ellas, y eso tanto más cuanto mayor sea vuestra fe y el poder de vuestro pensamiento.

- Cómo espiritualizar todas nuestras actividades.

Muchos se imaginan que para ser espiritual hay que consagrarse a la meditación y a la oración.

No, cualquier trabajo, incluso espiritual, se convierte en algo extremadamente prosaico cuando no introducimos en él una idea sublime, un ideal superior; y al contrario, cualquier trabajo prosaico puede ser espiritualizado si sabemos introducir en él un elemento divino. La espiritualidad no consiste en rechazar toda actividad fisica, material, sino en hacer todo en aras de la luz, para la luz y por la luz. La espiritualidad es saber utilizar cualquier trabajo para elevarse, para armonizarse, para unirse a Dios.

Sea cual sea vuestra ocupación, aunque no sea nada más que por uno o dos minutos, debéis habituaros a establecer varias veces al día la unión con Dios. No es la duración de la concentración lo que cuenta, sino la intensidad. Concentraos así un momento, y después os paráis; un poco más tarde os volvéis a concentrar de nuevo durante un momento, etc...

Si os ejercitáis en restablecer constantemente la unión con Dios, lograréis alcanzar cualquier meta que emprendáis con mucha más facilidad que antes. Cuando nos unimos a Dios antes de cada trabajo, de cada ocupación, el sello del Eterno marca todo cuanto hacemos. Debéis uniros, pues, constantemente a El, estéis donde estéis; es así como cada una de vuestras acciones se impregnará de una influencia celeste...

Haced el siguiente ejercicio: a cada hora, pronunciad la fórmula: «¡Gloria a Ti, Señor!» y dirigid vuestro pensamiento hacia Dios. Comenzad por hacer este ejercicio 12 veces al día consultando vuestro reloj. Más tarde, cuando os hayáis acostumbrado, será para vosotros tan beneficioso que nada podrá expresar el gozo que esta fórmula os aportará.

Cuando andéis, al avanzar sucesivamente el pie derecho y el pie izquierdo podéis decir: Sabiduría, Amor... Sabiduría, Amor.

Cuando lavéis la vajilla, cuando estéis barriendo, etc... podéis decir: «Señor, de la misma manera que yo lavo estos platos, lava mi alma... De la misma manera que yo limpio el suelo, limpia mi corazón de sus impurezas...» etc.

Cualquiera que sea la acción que llevéis a cabo, podéis uniros al amor, a la sabiduría, a la verdad, a fin de que estos principios participen en vuestras actividades y les den vida. Por ejemplo, cuando comáis, decid: «Como el primer bocado por el amor, el segundo por la sabiduría, el tercero por la verdad...» Mientras que os vestís por la mañana, a medida que cogéis una prenda, decid: «Por el amor... por la sabiduría... por la verdad...» y no os hará ningún mal el añadir: «Por la pureza... por la justicia... por la belleza...»

Cuando tenéis el pensamiento ocupado por estas virtudes, desencadenáis fuerzas sublimes que vosotros mismos ponéis en acción. Cuando estáis cocinando, vuestros gestos son mágicos.

Podéis, por lo tanto, preparar los platos diciendo: «He aquí el amor, he aquí la sabiduría, he aquí la verdad.» Y el que coma este alimento será iluminado.

Cuando tocáis o movéis los objetos, hacedlo como si todo vuestro cuerpo estuviese cantando y bailando y veréis cómo la armonía de vuestros gestos se reflejará sobre vosotros todo el día. La gente da patadas a los muebles, da golpes con las puertas, zarandea las sillas sin darse cuenta que la forma en la que hace las cosas la pone en tal o cual estado. Pero probad un día en que vosotros estéis nerviosos, coléricos. Decid: «¡Ah! este es el momento de hacer ejercicios.» Y coged entonces un objeto, hacedle algunas leves caricias, así, amablemente, y en ese mismo momento sentiréis que transformáis algo en vosotros mismos, como si cambiarais las corrientes.

- La importancia de la armonía.

Meditad cada día sobre la armonía, amadla, deseadla, a fin de introducirla en cada uno de vuestros gestos, de vuestras miradas, de vuestras palabras. Por la mañana, al despertaros, pensad en comenzar el día concertándoos con el mundo de la armonía universaL.. Cuando entréis en una casa, vuestro primer pensamiento debe ser:

 «¡Que la armonía y la paz reinen en esta casa!»

Impregnaos continuamente de la palabra armonía, guardadla en vosotros como una especie de diapasón, y en el momento en que os sintáis un poco inquietos o confundidos, coged este diapasón, escuchadle, y no hagáis nada antes de haber armonizado de nuevo todo vuestro ser. La armonía es la base de todos los éxitos, de todas la realizaciones Divinas. Antes de comenzar cualquier cosa, aprended a concentraros en la armonía y entonces podréis ejecutar trabajos que darán resultados por toda la eternidad.


- ¡Aprended a dar las gracias!.

Los humanos son ingratos con el Creador, ingratos con la naturaleza, e incluso los unos con los otros. No saben que la gratitud, el reconocimiento, son fuerzas desconocidas que desintoxican el organismo y neutralizan los venenos.

Haced este ejercicio: intentad, por ejemplo, dar las gracias durante todo el día. Sí, durante todo el día, repetid: «Gracias... gracias... gracias... gracias...» Diréis: «¡Pero así perdemos nuestro tiempo!» Al contrario, así lo ganáis.

La primera tarea del discípulo que quiere perfeccionarse es la de aprender lo que es gratitud, porque de esta forma un día obtendrá la clave de la tranformación de la materia, de su propia materia.

Extracto de LA NUEVA TIERRA
OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV

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domingo, 2 de octubre de 2022

Annie Besant ~ Los siete principios del hombre. Principio 2

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Annie Besant 

Los siete principios del hombre. Principio 2


PRINCIPIO II
LINGA SARIRA, 

CUERPO ETÉREO

El Cuerpo Vital, el Cuerpo Etéreo, el Cuerpo Fluídico, el Doble, el Espectro, el Duplicado, el Hombre Sutil, tales son unos cuantos de los muchos nombres que han sido dados al segundo principio de la Constitución del hombre. El mejor de todos ellos es el Linga Sarira, porque este término designa solamente el segundo principio, mientras que los demás nombres han sido usados, con alguna frecuencia; para describir en general los cuerpos formados por materia más sutil que la materia que afecta nuestros sentidos físicos, sin tener en cuenta si quedaban o no envueltos otros principios en su significación. Por tanto, usaré solamente este nombre.

El Linga Sarira está formado de materia más enrarecida o más sutil que la materia que es perceptible a nuestros sentidos. A esta materia se le llama etérea, por parecerse a la del espacio, y es el estado de materia que está precisamente más allá de nuestros "sólido" "líquido" y "gaseoso", "característico del plano sutil", que es el inmediato al "plano material" o sea el universo que generalmente se considera como objetivo. A este plano astral pertenece lo que ordinariamente se llama clarividencia, clariaudiencia y otros fenómenos hipnóticos bastante materiales, aunque se manifiesten en una materia que se halla subdividida más sutilmente que la que vemos y sentimos.

Este Linga Sarira es el doble etéreo exacto o el duplicado del cuerpo físico a que pertenece y del que es separable aunque sin poder apartarse mucho de él. Cuando se halla separado del cuerpo físico, es visible para el clarividente como un exacto duplicado del mismo, unido a él por un delgado hilo. Tan estrecha es la unión física entre los dos, que cualquier daño causado al Linga Sarira o doble etéreo aparece como una lesión en el cuerpo físico, cuyo hecho es conocido con el nombre de "repercusión". A. D' Assier, en su bien conocida obra, traducida por H. S. Olcott, Presidente y Fundador de la Sociedad Teosófica, que tiene por título la "Humanidad Póstuma", presenta varios casos de dicha repercusión.

La separación del Linga Sarira del cuerpo físico es acompañada generalmente de un notable decrecimiento en la vitalidad de éste, aumentándose la del Linga Sarira o doble etéreo conforme disminuye la energía del cuerpo. Dice el Coronel Olcott en una nota del libro mencionado.

"Cuando se proyecta el doble etéreo por un experto práctico, el cuerpo parece entorpecido y la mente "obscurecida" o en un estado de ofuscación; los ojos carecen de la expresión de vida, el corazón y los pulmones actúan débilmente y a menudo baja mucho la: temperatura."

"Es muy peligroso hacer cualquier ruido repentino o entrar de improviso en la habitación en estas circunstancias, pues la doble entidad vuelta al cuerpo por reacción instantánea, hace palpitar convulsivamente el corazón y hasta puede sobrevenir la muerte."

En el caso de Emilio Sagée (citado en las páginas 62-65), se notó que la muchacha estaba pálida y exánime cuando el doble etéreo se hizo visible: "mientras más claro y más material en apariencia era el doble, más fatigado, doliente y lánguido en proporción aparecía el verdadero cuerpo material: cuando, por el contrario, la apariencia del doble se debilitaba, se veía que recobraba fuerzas." Este fenómeno es perfectamente inteligible al teósofo que sabe que el doble etéreo es el vehículo del principio vital en el cuerpo, y que su retirada parcial tiene, por lo tanto, que disminuir la energía con que este principio anima las moléculas físicas."

Clarividentes tales como las de Prevost dicen que pueden ver el brazo o pierna etérea unida al cuerpo del que se ha amputado el miembro físico, y D'Assier observa lo siguiente en este particular:

"Mientras me encontraba absorbido en estudios fisiológicos, me chocaba a menudo un hecho singular. Sucede algunas veces que una persona que ha perdido el brazo o pierna, experimenta ciertas sensaciones a la extremidad de los dedos. Los fisiólogos explican esta anomalía presuponiendo en el paciente una inversión de sensibilidad o de recuerdo que le hace localizar en el pie o en la mano la sensación con que el nervio del tronco se encuentra afectado. Confieso que esta explicación me parece trabajosa y nunca me ha satisfecho.

Cuando estudié el problema de la duplicación del hombre, la cuestión de las amputaciones me vino a la mente y me pregunté si no era más sencillo y lógico el atribuir la anomalía de que he hablado, al doble del cuerpo humano, el cual, por causa de su naturaleza fluídica, escapa a la amputación."

El Linga Sarira juega un importante papel en los fenómenos "espiritistas" ; aquí puede ayudamos nuevamente el clarividente que ve en el plano etéreo. Un clarividente puede ver a menudo el doble etéreo salir del lado izquierdo del médium, siendo este doble el que con frecuencia. aparece como el "espíritu materializado", presentando formas variadas según las corrientes mentales de los asistentes y ganando fuerza y vitalidad a medida que el médium cae en un profundo sueño.

La Condesa de Wachtmeister, que era clarividente, decía que el mismo "espíritu" reconocido por varios asistentes como el de un pariente o amigo, conforme a las esperanzas de cada cual, era simplemente a sus propios ojos el doble del médium. También oí decir a H.P. Blavatsky que cuando estuvo en la residencia de Eddy, observando la notable serie de fenómenos que se producían allí, moldeó deliberadamente el "espíritu", que se mostraba entonces, con el parecido de personas conocidas solamente por ella de entre los que estaban presentes, quienes veían los tipos que ella producía por medio del poder de su propia voluntad, dando forma a la materia etérea del Linga Sarira del médium.

Muchos de los movimientos que ocurren en tales sesiones y en otras circunstancias sin el visible contacto de nadie, son debidos a la acción del doble etéreo; el estudiante puede aprender la manera de producir tales fenómenos a voluntad. Son bastante triviales; el extender la mano astral no tiene más importancia que el extender su semejante física, no siendo ni más ni menos "milagroso". Algunas personas producen tales fenómenos inconscientemente, como los trastornos de objetos sin propósito, el hacer ruidos etc.; tales sujetos no tiene dominio sobre su doble etéreo; el que obra ciegamente a su alrededor como un niño que ensaya el andar, pues el doble es inconsciente y, además, insensible en el plano físico, cuando se halla temporalmente divorciado de los órganos físicos de sensación.

Esto nos conduce a un punto interesante de la cuestión. Los centros materiales de la sensación están localizados en el doble, el cual puede decirse que forma el puente entre los órganos físicos y las percepciones mentales. Las impresiones del universo físico chocan con las moléculas materiales del cuerpo físico, poniendo en vibración las celdillas que constituyen los órganos de sensación o nuestros "sentidos"; estas vibraciones a su vez ponen en movimiento las moléculas de materia más fina de los órganos correspondientes del doble o los centros de sensación, esto es, los sentidos internos. Desde éstos, nuevas vibraciones, se propagan a la materia aún más sutil del plano mental inferior, de donde son reflejadas, hasta que llegando a las moléculas materiales de los hemisferios cerebrales, se convierten en nuestra "conciencia cerebral". Esta correlativa e inconsciente sucesión es necesaria para la acción normal de la "conciencia" tal como la conocemos. En el sueño y en el éxtasis, sean naturales o sugeridos, el primero y el último contacto no tiene generalmente lugar; las impresiones parten del plano astral y vuelven al mismo, sin dejar rastro en la memoria cerebral; pero el clarividente que no necesita el estado de sonambulismo para el ejercicio de sus facultades, puede transferir su conciencia desde el plano físico al astral sin perder su posesión; y puede imprimir en su memoria los conocimientos adquiridos en el plano astral, conservándolos así para su uso.

"Ver en la luz astral" es. una frase que se oye con frecuencia y que habrá parecido enigmática al que por casualidad haya tropezado con ella; significa, precisamente, el ejercicio de los sentidos internos o de los sentidos situados en el cuerpo astral doble, cuya facultad es un don natural de algunos y una posibilidad latente en todos, en el presente período de la evolución humana.

"La muerte" significa para él lo mismo que para el cuerpo físico, la destrucción de sus partes constitutivas y la dispersión de sus moléculas. El vehículo de la vitalidad que anima el organismo corporal como un todo, se desprende del cuerpo a la hora de la muerte, y el clarividente puede verle como una luz o forma violácea, suspendida sobre el moribundo y todavía prendida al cuerpo físico por el delgado hilo de que se ha hablado antes. Cuando el hilo se rompe, el último suspiro se exhala y los presentes murmuran "ha muerto".

El doble etéreo permanece en la proximidad del cadáver, es el fantasma, "espectro" o aparición que se ve algunas veces en el momento de la muerte, y aún después, por personas que se hallan cerca del lugar dónde aquélla ha ocurrido. Se desintegra lentamente pari passu con su duplicado físico; sus restos se ven en los cementerios por los seres sensitivos, como luces violáceas suspendidas sobre las tumbas. Esta es una de las razones que hace preferible la cremación al enterramiento; el fuego disipa en pocas horas las moléculas que de otro modo no quedarían libres, sino con el lento curso de la putrefacción gradual; de esta manera se devuelven rápidamente a sus propios planos los materiales físicos y astrales, dispuestos para ser usados otra vez en la constitución de nuevas formas.

Los siete principios del hombre.
(The Seven Principles of Man)
Theosophical Publishing Society, London, 1892
Annie Besant

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