domingo, 22 de agosto de 2021

share: Annie Besant ~ Los cuerpos de la mente. El Aura Humana.

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Annie Besant 

 Los cuerpos de la mente. 

El Aura Humana.


A.- EL CUERPO MENTAL
B.- EL CUERPO CAUSAL
C.- EL CUERPO ESPIRITUAL
D.- CUERPOS TEMPORALES
* E.- EL AURA HUMANA



E.

EL AURA 

HUMANA

Nos hallamos ahora en situación de poder comprender lo que es realmente el aura humana en todo su significado. Es el hombre mismo, manifiesto a la vez en los cuatro planos de conciencia, en los cuales puede obrar con arreglo a su desarrollo; es el agregado de sus cuerpos, de sus vehículos de conciencia, en una palabra, es la' forma en que aparece el hombre, y de este modo es como debemos considerarlo y no como simple esfera o nube que le rodee. El más glorioso de todos es el cuerpo espiritual, visible en los Iniciados, a través del cual funciona el fuego átmico vivo: es la manifestación del hombre en el plano búddhico.

Luego viene el cuerpo causal, el cual se manifiesta en lo más elevado del mundo devachánico, en los niveles Arupa del plano de la mente, donde el individuo tiene su morada propia; después sigue el cuerpo mental que pertenece a los niveles devachánicos inferiores, y luego el cuerpo astral, el etéreo y el denso sucesivamente, formando cada uno de la materia de su propia región, y expresando al hombre tal como es en cada cual de ellas. Cuando el investigador mira al ser humano, ve todos estos cuerpos que lo constituyen, mostrándose separadamente, por razón de sus diferentes grados de materia, que señalan el estado de desarrollo que el hombre ha alcanzado. Cuando el estudiante ha desarrollado la visión superior, ve a cada uno de estos cuerpos en completa actividad, y percibe al cuerpo físico como una especie de cristalización densa en el centro de los demás cuerpos, los cuales lo compenetran y se extienden fuera de su periferia, siendo el físico el más pequeño.

Luego viene el astral, mostrando el estado de la naturaleza kámica, que constituye una parte tan grande en el hombre vulgar, lleno de pasiones, groseros apetitos y emociones, y varía en delicadeza y en color, según el hombre es más o menos puro; es muy denso en los tipos más groseros, más delicado en los más finos, y de lo más refinado en los hombres muy avanzados en la evolución. Luego sigue el cuerpo mental, de pobre desarrollo en la mayor parte, pero hermosísimo en muchos, y de gran variedad de colores conforme al tipo mental y moral.

Viene después el cuerpo causal, apenas visible en los más, y que sólo se distingue examinando minuciosamente al hombre; tan poco desarrollado se halla, tan respectivamente tenues son sus colores y tan débil es en su actividad; pero cuando llegamos a ver un alma adelantada, este cuerpo y el superior llaman la atención en el acto por representar característicamente al hombre; radiantes de luz, de lo más glorioso y delicado en sus matices, presentan tonos que ningún lenguaje podría describir, porque no tiene sitio en el espectro terrestre: tonos de color, no sólo de lo más puro y hermoso, sino enteramente distintos de los colores que se conocen en los planos inferiores, pues son otros nuevos, que demuestran en aquellas elevadas regiones el progreso del hombre por lo que hace a los poderes y cualidades sublimes que en ellas existen.

Si somos tan afortunados que tengamos la dicha de ver uno de los Grandes Seres, lo veremos en esta forma viva, potente en vitalidad y color, radiante y gloriosa, manifestando su naturaleza por su mismo aspecto, más hermosa que cuanto pueda expresar la palabra, más resplandeciente que cuanto pueda pintar la imaginación; y, sin embargo, lo que él es, todos lo serán un día; lo que él es de hecho, existe en cada hombre como posibilidad.

Hay un punto cerca del aura que debo mencionar, por ser de utilidad práctica. Podemos hasta cierto punto, defendemos de la invasión de los pensamientos exteriores, abroquelándonos dentro de una esfera formada de la sustancia del aura. Esta responde con gran facilidad al impulso del pensamiento, y si con un esfuerzo de la imaginación nos forjamos su límite exterior consolidado como una especie de concha, construiremos en realidad un muro protector alrededor nuestro. Esta, a modo de coraza, impedirá que penetren en el aura los pensamientos vagabundos que llenan la atmósfera astral, y eludirá la influencia perturbadora que ejercen en las mentes no ejercitadas, así como también podrá evitarse el agotamiento de vitalidad que sentimos algunas veces, sobre todo cuando nos ponemos en contacto con gente que inconscientemente vampiriza a los que se hallan a su lado. Los que sean muy sensitivos y se sientan exhaustos por semejantes pérdidas de vitalidad, harán bien en defenderse de esta manera.

Tal es el poder del pensamiento humano en la materia sutil, que sólo el imaginarse estar colocado dentro de una coraza protectora, viene a construir la realidad de esta defensa en torno nuestro.

Observamos a los seres humanos a nuestro alrededor, podemos verlos en todos los grados de desarrollo, manifestándose por medio de sus cuerpos, con arreglo al plano que han alcanzado en la evolución, viviendo en plano tras plano del Universo, actuando en regiones tras regiones, a medida que desarrollan los vehículos respectivos de conciencia; pues nuestra aura muestra exactamente lo que somos; le añadimos algo a medida que crecemos en la verdadera vida; la purificamos, según nuestras vidas sean nobles y puras, y tejamos en ella cualidades más y más elevadas.

¿Es posible que alguna otra filosofía de la vida esté más llena de esperanza, de fuerza y de alegría que ésta? Mirando el mundo de los hombres únicamente con los ojos físicos, lo vemos degradado, miserable, aparentemente sin esperanza, tal como es en verdad para los ojos de la carne; pero este mismo mundo se nos aparece bajo un aspecto completamente distinto cuando lo miramos como la vista superior. Vemos, a la verdad, el pesar y la desdicha, la degradación y la vergüenza, pero sabemos que son pasajeras, que son temporales, que pertenecen a la infancia de la raza, y que la raza se sobrepondrá a ellas; pues considerando a los más inferiores y más viles, a los más degradados y brutales, podemos sin embargo, ver sus posibilidades, divinas, podemos penetrar lo que serán en el porvenir.

Este es el anuncio de esperanza traído por la Teosofía al mundo occidental, el anuncio de la universal redención de la ignorancia, y por tanto, de la universal emancipación de la desdicha, no soñado, sino real, no en esperanzas, sino convertido en certidumbre. Todos los que en su vida están demostrando el desarrollo, son, por decirlo así, una nueva realización y confirmación de este anuncio; por todas partes aparecen ya los primeros frutos, y el mundo entero llegará a estar un día maduro para la cosecha, y llevará a cabo el objeto para el cual el Logos lo dio a luz.

Extracto de EL HOMBRE Y SUS CUERPOS
ANNIE BESANT

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