domingo, 10 de octubre de 2021

share: Annie Besant ~ El Hombre. II de IV

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Annie Besant 

El Hombre. 

II de IV

Otra señal de progreso es cuando el hombre principia a regular su conducta por conclusiones a que por sí mismo ha llegado en lugar de seguir los impulsos que recibe de afuera; pues entonces actúa con arreglo a su acopio de experiencias, recordando sucesos pasados, comparando los resultados obtenidos por diferentes líneas de conducta, y en su vida, decidiendo la que adopta para la presente. Entonces principia a predecir, a prever, a juzgar el porvenir por el pasado, a razonar de antemano recordando lo que ha sucedido antes, y cuando hace esto, es que ya existe en él un desarrollo bien claro como hombre. Puede estar aún limitado a funcionar en su cerebro físico; puede que fuera del mismo sea todavía inactivo, pero esto, no obstante, es una conciencia que se desarrolla y que principia a comportarse como individual, que escoge su propio camino en lugar de vagar impulsada por las circunstancias, o de seguir la línea de conducta que de afuera le imprimen.

El desarrollo del hombre se muestra de este modo definido, desenvolviendo más y más lo que se llama carácter, y más y más fuerza de voluntad.

Las personas de voluntad poderosa y los débiles se distinguen por su diferencia en este sentido: 

el hombre débil es impulsado por influencias externas, atracciones y repulsiones, al paso que el fuerte, sigue impulsos internos propios, y se hace siempre dueño de las circunstancias, poniendo en juego fuerzas apropiadas, y guiándose para ello, por su acopio de experiencias acumuladas. 

Este acopio que el hombre ha reunido y acumulado durante muchas vidas, se hace más y más eficaz a medida que se educa y refina el cerebro físico, y se hace, por tanto, más receptivo; el acopio existe en el hombre, pero éste no puede emplear sino aquella parte que puede imprimir en la conciencia física. El hombre mismo tiene la memoria y razona; el hombre mismo juzga, escoge y decide, pero tiene que hacerlo todo por medio de sus cerebros físico y etéreo; tiene que obrar y trabajar con su cuerpo físico, con su mecanismo nervioso y el organismo etéreo relacionado con éste.

A medida que el cerebro se hace más impresionable, a medida que él mejora los materiales del mismo y lo domina mejor, puede expresar su naturaleza propia cada vez con mayor perfección.

¿Cómo debemos nosotros, los hombres vivos, educar nuestros vehículos de conciencia a fin de que sirvan mejor de instrumento? Ahora no estamos estudiando el desarrollo físico del vehículo, sino su educación por la conciencia que lo usa como un instrumento del pensamiento: el hombre que ha dirigido su atención a mejorar físicamente su vehículo, debe decidirse a educarlo de modo que responda pronta y consecutivamente a los impulsos que le transmite; y para obtener este resultado tiene que principiar por pensar él mismo consecutivamente, y enviando así al cerebro impulsos relacionados, lo acostumbrará a trabajar ordenadamente por medio de grupos de moléculas enlazados en lugar de emplear vibraciones accidentales sin conexión. El hombre es el que inicia y el cerebro sólo imita; y una costumbre de pensar descuidada y vaga, hace contraer al cerebro la costumbre de formar grupos vibratorios inconexos.

La educación tiene dos gradaciones: el hombre al determinarse a pensar consecutivamente, ejercita su cuerpo mental en el enlace de los pensamientos, en lugar de detenerse aquí y allí de modo causal; y luego pensando de esta forma, educa al cerebro que vibra en contestación a su pensamiento.

De este modo, el organismo físico, esto es, el organismo nervioso y el etéreo, adquieren el hábito de obrar de una manera sistemática; y cuando su dueño los necesita, responden fácil y ordenadamente, hallándose prontos a sus órdenes. Entre un vehículo de conciencia así ejercitado y uno sin educación alguna, hay la diferencia que entre las herramientas de un obrero descuidado, que las deja sucias y embotadas, impropias para el uso, y las del hombre que las atiende, las aguza y limpia; de modo que cuando las necesita, las halla prontas y las puede usar para la obra que desea llevar a cabo, y así debe estar el vehículo físico, pronto siempre a responder a las necesidades de la mente.

El resultado de una obra así constante sobre el cuerpo físico, no se limitará en modo alguno a la capacidad progresiva del cerebro; pues cada impulso que se envía al cuerpo físico tiene que pasar por el vehículo astral, y produce su efecto allí también; y según hemos visto, la materia astral responde más fácilmente que la física a las vibraciones del pensamiento, siendo, por tanto, el efecto que produce en el cuerpo astral semejante método de acción como el que hemos descrito, proporcionalmente mayor.

Bajo su impulso, el cuerpo astral adquiere contornos más definidos y una condición bien organizada, como ya se ha dicho; cuando el hombre ha llegado a dominar el cerebro, cuando ha aprendido a concentrarse, cuando puede pensar como quiere y cuando quiere, tiene lugar un desarrollo correspondiente en lo que -si está físicamente consciente de ello- considerará como su vida de ensueños; sus sueños se harán vívidos, muy sostenidos, racionales y hasta instructivos; y es que el hombre principia a funcionar en el segundo de sus vehículos de conciencia, o sea en el cuerpo astral; es que entra en la segunda gran región o plano de conciencia; y actúa allí en el vehículo astral aparte del físico. Consideremos por un momento la diferencia entre dos hombres, ambos "completamente despiertos", uno de los cuales usa inconscientemente el cuerpo astral como puente entre la mente y el cerebro, y el otro lo emplea conscientemente como un vehículo.

El primero ve del modo ordinario limitadísimo porque su cuerpo astral no es aún un vehículo de conciencia efectivo; el segundo usa la visión astral, y no se halla ya limitado por la materia física: ve a través de todos los cuerpos físicos, ve por detrás, así como de frente; las paredes y otras substancias "opacas" son para él tan transparentes como el cristal; ve las formas astrales y también los colores, las auras, los elementales y demás. Si va a un concierto, ve combinaciones gloriosas de colores a medida que la música se eleva; si asiste a una conferencia, ve los pensamientos del orador en colores y formas, y adquiere así una comprensión mucho más completa de sus pensamientos que cualquiera otro que solamente percibe las palabras habladas; pues los pensamientos que se expresan en símbolos, como palabras, se manifiestan como formas coloreadas y musicales; revestidas de materia astral, se imprimen en el cuerpo astral.

Cuando la conciencia está completamente despierta en aquel cuerpo, recibe y anota todas estas impresiones nuevas; y muchas personas, si se examinan a sí mismas atentamente, verán que en realidad toman del orador mucho más que lo que las meras palabras aportan, aún cuando no se haya dado cuenta de ello cuando estaban escuchando. Muchos encontrarán en su memoria más de lo que el orador diga, como una especie de sugestión que continuase el pensamiento, como si hubiese algo alrededor de las palabras y las hiciese significar más de lo que expresaran con el mero sonido, y esta experiencia demostraría que el vehículo astral se está desarrollando; ya medida que el hombre se ocupa de su modo de pensar y usa inconscientemente el cuerpo astral; éste se perfecciona más y más en su organización.

La "inconsciencia" durante el sueño es debida, ya a la falta de desarrollo del cuerpo astral, ya a la falta de relación entre éste y el cerebro físico. El hombre usa del cuerpo astral durante el estado de vigilia, enviando corrientes mentales al cerebro físico por medio del astral; pero cuando el cerebro físico, por el cual está el hombre acostumbrado a recibir las impresiones externas, no está en uso activo, es como David en la armadura que no había probado: no es tan susceptible a las impresiones que le vienen sólo por conducto del cuerpo astral, a cuyo uso independiente no está acostumbrado. Por otra parte, puede llegar a saber usarlo independientemente en el plano astral, y sin embargo, no tener conciencia de ello al volver al cuerpo físico -lo cual es otro grado en el lento progreso del hombre-, principiando así a emplearlo en su mundo respectivo, antes de llegar a relacionar este mundo con el interior.

Finalmente llega a relacionarlos, y entonces pasa con toda conciencia de un vehículo a otro y se halla libre en el mundo astral; ha engrandecido el área de su conciencia en el estado de vigilia, incluyendo en ella el plano astral: de modo que actuando en el cuerpo físico, dispone a la vez por completo de los sentidos astrales, y puede decirse que vive al mismo tiempo en dos mundos, sin que entre uno y otro haya interrupción ni vacío alguno, y entonces su percepción del mundo físico es como la de un ciego de nacimiento que abriese los ojos a la luz.

En el grado siguiente de su evolución, el hombre principia a obrar conscientemente en el plano tercero o mental; por largo tiempo ha estado obrando en este plano, enviando desde él todos los pensamientos que toman forma activa en el mundo astral y se manifiestan en el físico por medio del cerebro. Así que se hace consciente en el cuerpo mental, o sea su vehículo mental, ve que cuando piensa crea formas, y se hace cargo de este acto creador, poder que hasta entonces había ejercido inconscientemente. El lector podrá quizás recordar, que en una de las cartas citadas en el Occult World (Mundo Oculto), un Maestro dice que todos los hombres crean formas mentales, pero hace la distinción entre el hombre común y el Adepto. (Empleamos aquí la palabra Adepto en un sentido muy amplio, incluyendo Iniciados de varios grados muy por debajo de un "Maestro").

En este estado del progreso, el hombre aumenta considerablemente sus aptitudes para hacer bien; pues cuando puede crear conscientemente una forma mental y dirigirla, forma llamada generalmente un elemental artificial, puede emplearla para obrar en sitios adonde entonces no le convenga ir en su cuerpo mental. De este modo puede obrar tanto desde lejos como de cerca, y aumentar su eficacia; domina a estas formas mentales a distancia, vigilándolas y dirigiéndolas en su obra, y las convierte en agentes de su voluntad. Cuando el cuerpo mental se desarrolla y el hombre vive y obra en él conscientemente, conoce la vida más amplia y grande que tiene en el plano mental; mientras permanece en el cuerpo físico, al mismo tiempo que por su medio está consciente de cuanto le rodea en el plano del mismo, hállase completamente alerta y activo en el mundo superior, y no necesita dormir al cuerpo físico para gozar de las facultades devachánicas.

Generalmente emplea el sentido devachánico, recibiendo por su conducto impresiones de todas clases del plano mental, de modo que percibe todo el trabajo mental de otros, lo mismo que percibe sus movimientos corporales.

Cuando el hombre ha alcanzado este estado de desarrollo, el cual es relativamente elevado con referencia al término medio de la humanidad, aunque inferior comparado con el que aspira obtener, funciona entonces conscientemente en su tercer vehículo o cuerpo mental, se hace cargo de todo lo que hace en él, y experimenta los poderes así como las limitaciones del mismo. Necesariamente también aprende a distinguir entre el vehículo que usa y él mismo, y entonces siente el carácter ilusorio del "yo" personal, el "yo" del cuerpo mental, no el del hombre, y se identifica conscientemente con la individualidad que reside en aquel cuerpo superior, el causal que mora en los subplanos más elevados, los del mundo arupa. Ve que él, el hombre, puede desprenderse del cuerpo mental, puede dejarlo atrás y elevarse más, permaneciendo, sin embargo, el mismo; entonces conoce que las muchas vidas no son, en verdad, más que una, porque él, el hombre viviente, permanece el mismo en todas ellas.

Extracto de EL HOMBRE Y SUS CUERPOS
ANNIE BESANT

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