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Annie Besant
~ El Hombre.
IV de IV
Durante todo su ascenso,
el hombre desecha cuerpo tras cuerpo, y sólo al llegar a los niveles
arupa del mundo manásico, es cuando puede decirse que ha traspasado las
regiones en donde domina el centro desintegrador de la Muerte, cuando
sale finalmente de sus dominios y habita el cuerpo causal sobre el que
aquélla no tiene poder alguno, y en el cual el hombre encierra todo lo
que ha reunido.
De aquí el hombre mismo de cuerpo causal, porque todas
las causas que tiene por efecto las encarnaciones futuras residen en él;
por tanto, el hombre tiene que principiar a funcionar en plena
conciencia en los niveles arupa del mundo manásico en su cuerpo causal,
antes de que pueda llevar consigo la memoria a través del golfo de la
muerte.
Un alma sin desarrollo que entre en esta elevada región,
no puede conservar en ella la memoria; penetra en ella llevando consigo
todos los gérmenes de sus cualidades; tiene lugar un contacto, un
relámpago de conciencia que abarca el pasado y el porvenir, y el Ego
deslumbrado se hunde en la senda que conduce a la reencarnación.
En su
cuerpo causal lleva los gérmenes, y en cada plano que atraviesa
exterioriza los que al mismo pertenecen, los cuales atraen la materia de
este plano que le es completamente afín; así, en los niveles inferiores
del mundo manásico, los gérmenes mentales atraen a su alrededor la
materia de aquellos niveles para formar el nuevo cuerpo mental, y esta
materia muestra las características mentales que le da el germen en ella
encerrado, del mismo modo que la bellota se transforma en una encina,
reuniendo los materiales apropiados del suelo y de la atmósfera.
La
bellota no puede desarrollar un abedul ni un cedro, sino sólo una
encina; y de la misma manera el germen mental se desarrollará con
arreglo a su propia naturaleza y no de otro modo; y he aquí cómo obra el
Karma en la construcción de los vehículos, y cómo el hombre cosecha con
arreglo a la semilla que siembra.
El germen que brota del cuerpo causal
sólo puede crecer según su naturaleza, atrayendo a sí el grado de
materia que el es propio, y dando a esta materia su forma
característica, de modo que produzca lo que corresponde a la cualidad
que el hombre se formó en el pasado.
Cuando llega al mundo mental
brotan los gérmenes que a éste pertenecen y atraen alrededor de sí la
materia astral y esencia elemental que les son propias; de este modo
reaparecen los apetitos, emociones y pasiones que pertenecen al cuerpo
de deseos o cuerpo astral del hombre, reformado de este modo a su
llegada al plano astral.
Por tanto, para que la conciencia de las vidas anteriores se conserve a través de todos estos procesos y de todos estos mundos, tiene que existir en completa actividad en el plano elevado de las causas, el plano del cuerpo causal; y si la gente no recuerda sus vidas pasadas, es porque aún no son conscientes en el cuerpo causal como vehículo, el cual no posee actividad funcional alguna propia.
La
esencia de su vida, su "Yo" real, del que todo procede, existe, pero no
funciona aún activamente; no es todavía consciente por sí, aunque sí
inconscientemente activa; y hasta que no sea por completo consciente por
sí, la memoria no puede pasar de un plano a otro, y por tanto de una
vida a otra.
A medida que el hombre avanza, brotan relámpagos
que iluminan fragmentos del pasado; pero estos relámpagos tienen que
convertirse en una luz continua antes que se establezca la memoria
consecutiva.
Podrá preguntarse si es posible contribuir a la
ocurrencia de tales relámpagos, si es posible apresurar este crecimiento
gradual de la actividad en los planos superiores: el hombre inferior
puede trabajar a este fin, si tiene paciencia y valor; puede tratar de
vivir más y más en el yo permanente, retirar más y más el pensamiento y
la energía, según sea la intensidad de su deseo, de las trivialidades y
cambios de la vida ordinaria.
No quiere esto decir que el hombre
se vuelva soñador, abstraído y errante, un miembro inútil del hogar y
de la sociedad; antes al contrario, deberá cumplir con todos los deberes
que el mundo le impongan, y cumplirlos con la mayor perfección, propia
de la grandeza del hombre que lo ejecuta; no puede hacer esto grosera e
imperfectamente como el hombre menos desarrollado pudiera verificarlo;
pues para él el deber es el deber, y en tanto que alguien o algo pueda
exigir alguna cosa de él, debe pagar su deuda hasta el último céntimo:
todos los deberes tienen que ser cumplidos tan perfectamente como sea
posible hacerlo, con todas las facultades y toda la atención.
Pero
el interés del hombre no debe estar en estas cosas; sus pensamientos no
deben estar pendientes de los resultados, sino que en el instante mismo
en que el deber se ha cumplido y se encuentra libre, su pensamiento
debe volar a la vida permanente, deberá elevarse al plano superior con
impulso enérgico hacia arriba, y vivir allí dando su verdadero valor a
las trivialidades de la vida del mundo. A medida que haga esto con
firmeza, y trate de ejercitarse en las cosas abstractas y elevadas,
empezará a vivificar los lazos de unión superiores de la conciencia, y
traer a esta vida inferior la conciencia, que es él mismo.
El
hombre es siempre el mismo, en cualquier plano que funcione, y su
triunfo tiene lugar cuando puede obrar en todos los cinco planos con
conciencia no interrumpida. Aquellos que llamamos los Maestros, los
"Hombres perfeccionados", funcionan en estado de vigilia, no sólo en los
tres planos inferiores, sino también en el cuarto, el plano de unidad,
llamada Turiya en el Mandukyopanishad, y en el que le sigue, el plano de
Nirvana. En ellos se ha contemplado la evolución, el ciclo ha sido
recorrido hasta su final, y lo que ellos son, lo serán los que se hallan
subiendo lentamente. Esta es la unificación de la conciencia; el
vehículo permanece en estado de emplearse, pero ya no puede aprisionar, y
el hombre usa cualquiera de sus cuerpos con arreglo a la obra que tiene
que llevar a efecto.
De este modo se conquista la materia, el
tiempo y el espacio, y sus barreras dejan de existir para el hombre
unificado. Al subir ha encontrado que en cada grado hay menos y menos
barreras; aun en el plano astral la separación de sus hermanos es menor
que aquí abajo, es mucho menos efectiva. Se viaja tan velozmente en el
cuerpo astral, que puede decirse que el espacio y el tiempo se han
conquistado; pues aunque el hombre sabe que pasa a través del espacio,
lo verifica tan rápidamente, que su peder de separar los seres queridos
ya no existe; sólo esta primera conquista anula la distancia física.
Cuando
se eleva al mundo mental, encuentra que posee otro poder; piensa en un
lugar y se ve en él; piensa en un amigo, y éste se halla ante él; aun en
el tercer plano la conciencia trasciende las barreras de la materia,
del espacio y del tiempo, y se halla presente en cualquier lugar a
voluntad; todas las cosas que se ven, se ven de golpe, en el momento en
que la atención se fija en ellas; todo lo que se oye, se oye por una
sola impresión; el espacio, la materia y el tiempo que se conocen en los
mundos inferiores, desaparecen, y la sucesión ya no existe en el
"eterno presente".
Cuando se eleva aún más, las barreras de la
conciencia también desaparecen y se siente unificada con las demás
conciencias, con las demás cosas vivas; puede pensar como ellos piensan,
sentir como ellos sienten, saber como ellos saben; puede hacer suyas,
por un momento, sus limitaciones, para comprender exactamente cómo
piensan, sin perder por eso su propia conciencia; puede emplear su mayor
conocimiento para ayudar el pensamiento más estrecho y restringido,
identificándose con él a fin de ensanchar sus límites; en resumen,
cambia por completo sus funciones en la Naturaleza, desde el momento en
que ya no está separado de los demás, identificándose con el Yo que es
uno para todos, y enviando sus energías desde el plano de la unidad.
Hasta
respecto de los animales inferiores, pueden sentir de qué modo existe
el mundo para ellos; de suerte que puede prestarles exactamente la ayuda
que necesitan, y darles el auxilio tras que andan tanteando ciegamente.
Por tanto, su conquista no es para él, sino para todos, y si adquiere
poderes más vastos, es sólo para ponerlos al servicio de todo lo que le
es inferior en la escala de la evolución, y de este modo hace suya la
conciencia del mundo todo; pues para ello aprendió a sentir en sí mismo
cada grito de dolor, cada palpitación de alegría o de pena. Todo se ha
alcanzado, todo se ha obtenido, y el Maestro es el hombre "a quien nada
le queda por aprender".
Por esto queremos decir, no que todo
conocimiento posible se halle presente en su conciencia en cualquier
momento dado, sino que en cuanto se refiere a este grado de la
evolución, nada haya velado para él, nada que no pueda penetrar por
completo en el momento mismo en que se fije su atención; dentro de este
círculo de evolución no hay nada en todo lo que vive -y todas las cosas
viven- que no pueda comprender, y por tanto, nada que no pueda auxiliar.
Este
es el triunfo final del hombre. Todo lo que hemos descrito carecería de
valor, sería trivial, si se obtuviese para el yo limitado que
reconocemos como yo aquí abajo; todos los pasos, queridos lectores,
hacia los cuales he tratado de induciros, no valdrían la pena de darlos,
si hubieran de llevaros finalmente a una meta aislada, aparte de todos
los yos pecadores y que sufren, en lugar de conduciros al corazón de las
cosas, donde ellas y vos no formáis más que uno.
La conciencia
del Maestro se extiende en todas las direcciones adonde la dirige, se
asimila todo punto en que la fija, sobre todo lo que quiere saber, y
todo esto con objeto de poder ayudar con toda perfección, sin que haya
nada que no pueda ser objeto de su auxilio, nada que no pueda sentir,
nada que no pueda prever, nada que no pueda esforzar y socorrer en su
evolución; para él el mundo entero es un todo que evoluciona, y sus
funciones en él son las de un auxiliar de la evolución; puede
identificarse con todos los grados de la misma, y prestar en cada grado
la ayuda requerida. Ayuda a los reinos elementales en su evolución
descendente, y a la evolución de los minerales, vegetales, animales y
hombres, y a cada uno en la forma que respectivamente necesita, y los
ayuda como si todo fuera él mismo; pues la gloria de su vida es que todo
es él mismo, y sin embargo, a todo puede auxiliar, en cuyo acto siente y
conoce que aquello a que presta ayuda, es él mismo.
El misterio
de cómo puede suceder esto, se desenvuelve gradualmente a medida que el
hombre se desarrolla, y que la conciencia se ensancha para abarcar más y
más, a la vez que se hace más vívida y más vital, sin perder el
conocimiento de sí misma. Cuando el punto se ha convertido en la esfera,
la esfera se ve a sí misma que es el punto; cada punto lo contiene
todo, y sabe que es uno con todos los demás puntos; se ve que lo externo
es sólo el reflejo de lo interno; la Realidad es la Vida Una, y la
diferencia sólo una ilusión que se llega a dominar.
Extracto de EL HOMBRE Y SUS CUERPOS
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