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Annie Besant
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Los siete principios del hombre. Principio 1
Los
investigadores que la Teosofía atrae con su doctrina fundamental de la
Fraternidad Humana y con la esperanza que da de mayores conocimientos y
de progreso espiritual, están expuestos a retraerse a los primeros pasos
ante los para ellos extraños y enigmáticos nombres que con gran
facilidad salen de los labios de los teósofos en sus conferencias. Al
oír la maraña de Atma-Buddhi, Kama-Manas, Triada, Devachán, Linga
Sarira, etc., suponen, desde luego, que la Teosofía es un estudio
demasiado abstruso. Habrían llegado a ser, sin embargo, muy buenos
teósofos, si su entusiasmo primitivo no se hubiese atenuado con tal
avalancha de términos sánscritos. En la presente serie de capítulos se
tratará de obviar esta dificultad y no se usará más de un nombre
sánscrito a la vez. Es cosa sabida que el uso de estos términos se ha
hecho general entre los teósofos, porque las lenguas europeas no tienen
equivalentes para ellos, pues de otro modo habrían de sustituirse por
una frase larga y pesada, con objeto de expresar las ideas; se ha
preferido, por tanto, el trabajo previo de aprender aquellos nombres a
la constante molestia de hacer uso de circunloquios. Así, por ejemplo,
es mucho más corto y más concreto decir "Kama", que expresar su
significación diciendo "la parte apasionada de nuestra naturaleza."
El
hombre, según las enseñanza e teosóficas, es un ser séptuple o,
conforme a la frase usual, un ser que tiene constitución septenaria; o
lo que es lo mismo, la naturaleza del hombre contiene siete aspectos,
puede ser estudiada bajo siete puntos de vista distintos, está compuesta
de siete principios. Cualesquiera que sean las palabras que se usen, el
hecho es siempre el mismo; esto es, que el hombre es esencialmente un
ser séptuple que se desarrolla por grados; parte de cuya naturaleza se
ha manifestado ya, permaneciendo la otra parte latente en la actualidad,
por lo que a la gran mayoría de la humanidad se refiere. La conciencia
puede funcionar mediante aquellos aspectos y en el número de tales
planos que se hayan desenvuelto activamente en el hombre. Un plano es
sólo una condición, un grado, un estado; así que podemos considerar al
hombre como convenientemente dispuesto por su naturaleza, cuando ésta se
halla completamente desarrollada, a existir conscientemente en siete
condiciones distintas, en siete distintos grados, en siete estados
diferentes o, técnicamente, en siete diferentes planos de ser. Para dar
una explicación fácil de comprender, diremos que un hombre es consciente
en el plano físico, que está en su cuerpo físico cuando siente hambre y
sed o el dolor de un golpe o de una herida. Pero tratándose de un
soldado en el calor de la batalla, y su conciencia concentrada en sus
pasiones y en sus pasiones podrá recibir una herida sin sentirlo, porque
su conciencia está fuera del plano físico y actúa en el plano de las
pasiones y emociones; cuando la excitación ha concluido, la conciencia
vuelve a lo físico y entonces sentirá el dolor de la herida. Si se
tratara de un filósofo y le consideramos reflexionando sobre un
intrincado problema, veremos que perderá toda conciencia de sus
necesidades corporales, de sus emociones, de amor o de odio; su
conciencia pasará al plano intelectual y estará abstraído; esto es,
colocado fuera de las consideraciones de la vida. material y fijo en el
plano del pensamiento. Así puede el hombre vivir en estos diferentes
planos y en estas diversas condiciones, poniendo un actividad una u otra
parte de su naturaleza en cualquier momento; por lo que se comprenderá.
que es más asequible la inteligencia de lo que es el hombre, su
naturaleza, sus poderes y sus posibilidades, y se asimilará su
conocimiento con más provecho, si se le estudia al través de estas
líneas claramente definidas, que dejándolas sin análisis como un confuso
haz de cualidades y estados.
Se ha creído también conveniente,
teniendo en cuenta las vidas mortal e inmortal del hombre, poner estos
siete principios en dos grupos: el uno conteniendo los tres principios
superiores, y, por tanto, llamado la Triada, y el otro conteniendo los
cuatro inferiores y llamado por ello el Cuaternario. La "Triada" es la
parte inmortal de la naturaleza del hombre, el "espíritu" de la
terminología cristiana; el Cuaternario es la parte mortal, el alma y el
cuerpo del cristianismo. Esta. división de cuerpo, alma y espíritu, es
usada por Pablo y está reconocida en toda filosofía cristiana de alguna
importancia, aunque generalmente ignorada por la masa de los creyentes.
En el lenguaje ordinario, "alma" y "cuerpo", o "espíritu" y "cuerpo",
constituyen el hombre; y las palabras "alma" y "espíritu", se usan
indistintamente, de lo que resulta gran confusión de ideas. Esta
libertad es fatal para toda inteligencia clara de la constitución del
hombre; el teósofo puede apelar al filósofo cristiano en contra del
cristiano no pensador, si se le arguye que hace distinciones difíciles
de comprender. No hay filosofía digna de tal nombre, por elemental que
sea, que no exija alguna atención e inteligencia del que aspira a
conocerla; el cuidado en el uso de los términos, es condición precisa de
todo conocimiento.
- PRINCIPIO PRIMERO
STHULA SARIRA, EL CUERPO FÍSICO
El
cuerpo físico del hombre se lo considera como el primero de los siete
principios y es, en verdad, el más evidente. Está constituido de
moléculas materiales, según la general aceptación del término, con cinco
órganos de sensación o sea los cinco sentidos, sus órganos de
locomoción, su cerebro y sistema nervioso y sus aparatos para el
ejercicio de las varias funciones necesarias a la continuación de su
existencia. Poco hay que decir sobre el cuerpo físico en un bosquejo tan
ligero como éste, sobre la constitución del hombre. La ciencia
occidental está a punto de aceptar el criterio teosófico de que el
organismo humano consiste en innumerables "vidas" que constituyen las
células. H. P. Blavatsky dice sobre esto: "La ciencia nunca ha ido hasta
ahora tan lejos como cuando afirma, como la doctrina oculta, que
nuestros cuerpos, así como el de las animales, las plantas y las
piedras, están por completo constituidos de seres (bacterias, etc.) los
que, exceptuando grandes especies, ningún microscopio puede descubrir...
Se ha descubierto que los constituyentes físicos y químicos de todos
los seres son idénticos; y la química asegura que no hay diferencia
entre la materia que compone el buey y la que forma al hombre. Pero la
doctrina oculta es mucho más explícita."
Dice: "No solamente son
los mismos los componentes químicos sino que lo son también las
infinitesimales invisibles vidas que componen los átomos de los cuerpos
de las montañas y de las margaritas, del hombre y del mono, del elefante
y del árbol que lo guarece del sol.
Cada partícula, llámesela
orgánica o inorgánica, es una vida. Cada átomo y molécula en el Universo
es, a la vez, productor de vida y productor de muerte para aquella
forma."
(Doctrina Secreta, vol. I, pág. 261). Los microbios
"fabrican así el cuerpo material y sus células", bajo la energía
constructora de la vitalidad -una frase que será explicada cuando
lleguemos a tratar de la "Vida" como el tercer principio-. Cuando la
"Vida" cesa, los microbios quedan en libertad como agentes destructores,
y destrozan y desintegran, y así el cuerpo se deshace.
La
conciencia. puramente física, es la conciencia de las células y las
moléculas. Lo que llaman los fisiólogos "memoria inconsciente", es la
memoria de esta conciencia física, inconsciente verdaderamente para
nosotros, hasta que aprendemos a transferir allí nuestra conciencia
cerebral. Lo que "nosotros" sentimos, no es lo que las células sienten:
el dolor de una herida se siente, como se ha dicho antes, por la
conciencia cerebral, actuando en el plano físico. La conciencia de la
molécula, así como la de la agregación de las moléculas que llamamos
células, las impulsa, por ejemplo, a apresurarse a reponer los tejidos
dañados, de cuya operación no tiene conciencia el cerebro, y su memoria
les hace repetir el mismo acto una y otra vez, aun cuando ya no sea
necesario. De aquí las cicatrices de las heridas, las callosidades, etc.
La
muerte del cuerpo físico ocurre cuando al retirarse la energía vital
reguladora, deja a los microbios en libertad de seguir sus propios
impulsos: "las muchas vidas", no coordinadas ya, se separan unas de
otras y tiene lugar lo que llamamos "decaimiento". El cuerpo se
convierte en un torbellino de "vidas" desenfrenadas e irregulares; su
forma, que resultaba de la correlación de aquéllas, es destruida por la
exuberancia de sus energías individuales. La "Muerte" no es sino un
aspecto de la Vida, y la destrucción de una forma material, no es sino
el preludio para la construcción de otra.
Los siete principios del hombre.
(The Seven Principles of Man)
Theosophical Publishing Society, London, 1892
Annie Besant
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